jueves, 1 de enero de 2009

paraisos perdidos


Una tarde hallé rincones donde unas niñas podían es conderse aun estando a la vista de los demás. Escuché sus voces en un relato magistral de Cristina Fernández Cubas. También visité a los Albert y ¡cómo me perturbó Tomás! Pasaron un par o tres de años y un fuerte aroma de fresa inundó mi dormitorio que no estaba en Brumal. Así, hace casi tres décadas, comencé a recorrer un camino fascinante leyendo a Fernández Cubas. En ocasion es, lo hice inquieta, pues más de una vez he levantado la vista de sus libros creyendo percibir a mi alrededor algún cambio. También dejé correr el agua para certificar su dirección antes de perderse en el sumi dero. Este año he desandado ese camino. Primero estuve en El faro (que no había leído) y el manto viscoso de algas-cabello, siendo Poe, también me llevó a Lovecraft, después vinieron los demás relatos y Emilia, Agatha, Carolina, Olvido y tantos otros personajes, hasta alcanzar la playa y a la taciturna Elba. Llegué al final que era el principio, y enel bar, frente a la fría taza de café, conocí a Lúnula. Espléndido. Espléndido. Por María José Obiol.

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